Roda de Isábena

Museo Naval en la Era de Vicén

Museo Naval en la Era de Vicén

Roda de Isábena y su fascinante museo naval en el corazón de Ribagorza. Ángel Gayúbar. Roda de Isábena. Pocos secretos mejor guardados que la belleza…
Roda de Isábena y su fascinante museo naval en el corazón de Ribagorza. Ángel Gayúbar. Roda de Isábena. Pocos secretos mejor guardados que la belleza de Roda de Isábena, uno de los pueblos más bonitos de España y que, singularmente, no aparece nunca en ninguna de las listas especializadas. Su sorprendente catedral románica, sus rondas amuralladas, las grandes casonas testigos de una fascinante historia, los pasadizos y rincones ocultos de su peculiar estructura urbana enamoran a primera vista. Pero Roda es mucho más: su magia trasciende de lo evidente y permite al paseante inquieto experiencias tan sorprendentes como la visita al delicioso museo de la Era de Vicén, uno de esos misterios que encierra esta antigua sede obispal que es el magno empeño de Vicente Ballarín, un hijo del pueblo que comparte su amor por Roda con el que siente por Tánger, la ciudad donde ha transcurrido buena parte de su carrera profesional como representante de una empresa naviera. No exageramos al decir que nos encontramos ante uno de los espacios expositivos más singulares de Aragón; un recinto que aúna una muy interesante muestra antropológica y etnográfica sobre la vida y los oficios locales con una de las más completas colecciones de maquetas navales y aeronáuticas que se pueden encontrar en nuestro país, posiblemente la más importante en manos privadas. “La Era de Vicén” es sorprendente tanto por la calidad de sus fondos como por esa dedicación al mundo del mar, exótica en una localidad situada tan tierra adentro. Aunque, bien mirado, Roda tiene una demostrable vinculación con el tema: sus interesantes afloramientos geológicos del eoceno marino evidencian la presencia del mar en el valle medio del Isábena hace 45 millones de años. Y la propia estampa de la antigua capital ribagorzana, situado su caserío como un inmenso barco varado sobre las tierras colindantes, ayuda a mantener esta vinculación. Pero el museo de Vicente Ballarín nos acerca realidades mucho más recientes. En un espacio físico que le cedió para este empeño su hermano Carmelo tan sorprendente como las colecciones que alberga –una construcción de madera en tijera o cercha que fue típica de la zona pero que ha desaparecido de las nuevas técnicas constructivas- se exponen medio centenar de maquetas de barcos célebres y anónimos realizadas a lo largo del tiempo por su promotor. Antiguos drakars vikingos, foques, carabelas, barcos de vapor, cruceros de línea, clipers como el célebre Cutty Sark, el buque escuela español Juan Sebastián Elcano, alguna de las impresionantes naves que combatieron en la batalla de Trafalgar como el San Juan Nepomuceno que mandaba el almirante Churruca y la Victory de Nelson o la galera real francesa de Luis XIV o el mismísimo Titanic –que le fue solicitado no hace mucho por el Ministerio de Defensa para una exposición antológica en Madrid- se exponen en un recinto de casi 1000 metros cuadrados montado con evidente carácter pedagógico. A este carácter contribuyen las amenas explicaciones y la profunda sabiduría de Vicente, él mismo otro de los grandes atractivos de este curioso recinto expositivo. Completa la colección de maquetas otra sorprendente muestra de más de 400 aviones realizada durante más de setenta años por Antonio Lozano Verdaguer, quien se la cedió a Vicente para su exposición permanente en Roda. “La Era de Vicén” recoge las inquietudes de su promotor, dedicado desde muy joven a tareas relacionadas con el mar, en Barcelona primero y más tarde en Tánger. «Desde 1972 hasta mi jubilación en 2001 –recuerda- presté mis servicios como Director Comercial y Director de Compras de “Líneas Marítimas del Estrecho” en Tánger». Allí inició esta afición que desde 2009 ha encontrado acomodo en su Roda de Isábena natal. Además de las maquetas, las paredes del museo albergan una interesante colección de nudos marineros. «No son muchos –comenta Vicente- porque un buen artesano de nudos podría llegar hasta 4000 y aquí exponemos unos 600 que, eso sí, están realizados con mucho cariño y pienso que contribuyen a dar una idea más completa de la vida en el mar». Y curiosos elementos de navegación como un antiquísimo astrolabio –una de las joyas de la colección- o de enseres de las tribus del norte de Marruecos. La guinda de este espacio es la colección etnológica expuesta en su planta baja que recupera utensilios de uso cotidiano en una “casa fuerte” de la zona durante, fundamentalmente, los siglos XVIII y XIX con piezas de extrema rareza que por sí solas merecen una visita a este singular museo rotense. «Es una muestra que he montado con mucho cariño porque supone conservar muchos de los elementos que marcaron la vida en nuestro pueblo y, en concreto, de nuestra casa», apunta Vicente recordando que todos los elementos expuestos tienen más de 150 años y provienen de su familia. Todas y cada una de las maquetas expuestas tienen su historia, su anécdota. Pero Vicente no puede dejar de estar orgulloso del trabajo realizado con la de la Galera real de Luis XIV de Francia. Sólo existen otras cuatro o cinco como ésta en todo el mundo, dos de ellas en Italia, y el trabajo que tiene es una locura, explica. Un trabajo que reconocen el cada vez mayor número de visitantes porque, aunque con sordina, la singularidad del recinto y de sus colecciones va dándose a conocer entre quienes se acercan a la histórica capital del condado de Ribagorza. Es el caso de Marta, una barcelonesa que reside en Graus y, que aprovechando la visita de familiares y amigos, se desplazaba el pasado puente del Pilar a Roda. «Habíamos venido muchas veces hasta aquí, pero esta es la primera vez que vemos el museo y es algo sorprendente por lo inesperado ya que pensábamos que era exclusivamente una exposición antropológica y nos hemos quedado boquiabiertos al ver sus colecciones», apuntaba mientras recorría las salas expositivas. También se confesaba «muy sorprendida» Montse, una turolense que reconocía que no esperaba «encontrar algo así» y calificaba el museo rotense como «muy bonito y muy original». «La gente sale de aquí encantada y muchos visitantes me comentan que si el museo estuviera en otra localidad con mayor afluencia turística sería un reclamo muy importante para los viajeros», constata Vicente recordando que “La Era de Vicén” cerrará en los meses invernales ya que debe trasladarse a Tánger, donde su esposa trabaja como profesora en el liceo francés de la ciudad, pero que con la llegada de la primavera volverá a abrir sus puertas de nuevo.